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Sábado 18/01/2025
 

Desde el campanario

El que parte, reparte y roba la mejor parte

El asunto es que por mucho Gordo que te toque, la gran ganadora de este golpe al bolsillo del afortunado es la Hacienda “de todos” los españoles

Publicado: 29/12/2024 ·
15:30
· Actualizado: 29/12/2024 · 15:30
Autor

Francisco Fernández Frías

Miembro fundador de la AA.CC. Componente de la Tertulia Cultural La clave. Autor del libro La primavera ansiada y de numerosos relatos y artículos difundidos en distintos medios

Desde el campanario

Artículos de opinión con intención de no molestar. Perdón si no lo consigo

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Me está llamando mucho la atención en estos días la contestación que recibimos en tono imperativo de muchas personas que, al saludo de Felices Fiestas, te corrigen contundentemente: ¡Felices Fiestas, no!,¡Feliz Navidad! La primera vez que escuché esta reprimenda la verdad es que me quedé como estaba. Pero a la segunda me dije: aquí pasa algo. Con la reiteración de la manida enmienda me puse a calentar neuronas hasta dar con la explicación. ¡Bingo! Lo que tratan de recordarnos todas esas personas es que en estas fechas lo que se celebra es el nacimiento de Cristo. Nada que objetar salvo que el 25 de diciembre es la fecha tradicional de la llegada del Niño, pero no la incuestionable. En realidad, a mí me es indiferente la forma en que cada cual nos felicite. Al fin y al cabo, gozamos de una Constitución aconfesional y la puerta del campo está abierta para todos. Personalmente cuando le deseo a alguien felices fiestas lo hago por tradición y con perspectiva global, refiriéndome al arsenal de celebraciones comprimidas entre el veinticuatro de diciembre y el seis de enero, sin centrarme en ninguna de ellas específicamente.

Dicho esto, en realidad lo que quería en esta ocasión es dar mi opinión sobre el sorteo de la Lotería de Navidad. Ese chiringuito de papeletas numeradas que controla a su antojo el gobierno del país a través de la SELAE y que reporta unos beneficios de 3.000 millones de euros, solo por la venta de los billetes, a los que hay que sumar el veinte por ciento del importe de los premios superiores a 40.000 euros que se embolsa Hacienda, gravando inexplicablemente los números afortunados. Como dijo Federico Trillo en aquella ocasión a micrófono abierto: ¡manda huevos!

A resultas. Vendo las papeletas. Gano una pasta con ello. Parte de ese dinero lo doy en premios y a esos premios vuelvo a ganarles otra pasta. ¡Ah! ¿Qué todo es para Hacienda y resulta que Hacienda somos todos? Supongo que al decir “somos todos” estarán incluyendo a los contribuyentes estafadores, los defraudadores sistemáticos y los beneficiarios de las amnistías fiscales, a las que son tan aficionados nuestros políticos cuando el agua llega al cuello, y abren la presa de los acuerdos para que los tramposos acaudalados queden libres de pecado, mientras que al jornalero que no declaró las horas extras que echó para poder comprar el turrón, se lo fornican a plena luz. Esto es solo una porción del gran Pastel de los Engaños en el que vivimos, donde nada es lo que parece.

Siguiendo con este cuento de hadas lleno de brujas y villanos, lo que resulta verdaderamente indignante es el método indecente de sumisión empleado por un gobierno autodenominado progresista para el pago de los premios obtenidos.

Los que ya contamos los pelos de la cabeza por unidades, recordamos perfectamente aquellos años donde la paga del obrero se hacía en un sobre. Luego aparecieron los bancos y sus cheques para, posteriormente, adueñarse del fruto de nuestros sudores, obligándonos a domiciliar las nóminas en sus oficinas con la complicidad política y patronal. Al principio hubo sartenes y cuberterías de regalo. Pero el fin de la historia como todos sabéis es tener que pagar a los usureros un peaje obligado por gastos de mantenimiento de la cuenta. O sea, tragarnos a palo seco otra nueva porción del gran Pastel de los Engaños. En cualquier caso, esta imposición negrera, al menos admite como prerrogativa, poder elegir la entidad donde dejarnos sufrir el ultraje. La Lotería no. La Lotería premiada a partir de 2.000 euros hay que cobrarla en BBVA o Caixabank. ¿Y porqué no en cualquier otra de las treinta entidades bancarias que operan en España? Esto huele a fascismo que apesta. De nuevo un gobierno socialista nos obliga a pasar por el aro. Ya está bien que nos sometan a cobrar el premio en una sucursal bancaria, para que, además, por mandato imperativo, designen ellos mismos las entidades elegidas. Un atentado manifiesto contra las libertades constitucionales que nos volvemos a tragar sin abrir la boca.

Desde que la bolita sale del bombo, ese dinero es mío y por tanto la papeleta que lo justifica debería ser cobrada en una institución pública que es de donde proviene y no en una sociedad mercantil privada.

El asunto es que por mucho Gordo que te toque, la gran ganadora de este golpe al bolsillo del afortunado es la Hacienda “de todos” los españoles. Solo con el robo de 80.000 euros por cada décimo del primer premio de la Lotería de Navidad, se pueden estrenar cuatro Seat Arona de 150 cv. Un apartamento de 50 metros cuadrados o costear veinte viajes en crucero para dos personas. Una farsa de ingeniería financiera que ni un Nobel en economía sabría planear.

Seremos el peor país para la jubilación de la Unión Europea, peroen estos asuntos del timo encubierto seguimos en cabeza de la lista. Nuestro Pastel de los Engaños es inagotable.

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