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Sábado 27/04/2024
 

El Loco de la salina

Esto no tiene solución

Mi vecino está hasta aquí de tantas llamadas, y sé que va a proponer que vayamos en fila a Madrid, o a Sevilla, o a donde sea

Son más pesados que un collar de los melones gordos de antes. Con esto de las fiestas navideñas las llamadas de teléfono se multiplican hasta reventar. Ya no respetan nada, ni siesta, ni comidas, ni horarios, ni que uno esté enfermo…Para colmo, los locos estamos hartitos de turrón con eso de Vuelve a casa por Navidad. ¡Qué más quisiéramos nosotros que dejar el manicomio de una vez y regresar a la casita de uno!

Los que llaman creerán que todo el mundo está dispuesto a arrepentirse de su vida anterior y a cambiarse de entidades financieras o de seguros, o de la luz, o de la madre que los parió. Empiezan con una voz suave a ver si convencen al inocente currito de turno. Y, si llaman tanto, es porque hay inocentes que pican. Ya sé que las criaturitas que llaman no tienen culpa, porque sus jefes les dan un listado de teléfonos para que no dejen de dar por culo a todas horas, y no tienen más remedio que luchar por sus puestos de trabajo, pero ¿sería mucho pedir que no llamaran más por lo menos al manicomio? Ya les tengo dicho que nuestras ideas  son muy raras, que no carburamos, que estamos locos, pero que más locos nos van a volver con tantas llamadas, que hemos desaparecido, que hemos ido a por tabaco, que no estamos para nadie. No hay manera. Y además no se enteran de que uno no quiere cambiarse de nada, aunque escuche las promesas más maravillosas de este planeta o las gangas más increíbles que existir pudieran. No sé si les pasará igual a ustedes, pero ya no sé qué hacer, pues lo he intentado todo para que me dejen tranquilo. Unas veces cuelgo directamente sin pensarlo dos veces, otras los bloqueo, otras dejo sonar el móvil hasta que se apaga solo, otras descuelgo del tirón y me mantengo callado hasta que se cansan de hablar en la más absoluta soledad, otras comienzo la conversación y les digo que me dejen, otras me cabreo y suelto palabras malsonantes, otras me lo tomo a broma y les propongo que me compren algo a mí, otras les digo que están llamando a la funeraria... Pero todo es inútil. Siempre molestando y sin solución, sea verano, otoño, navidades, fiestas de guardar o semana santa.

Como por nuestra cuenta es complicado luchar contra esto, a ver si a las autoridades se les ocurre algo útil para solucionar este tema, que todo no va a ser amnistía ni viajes a Bruselas pagados con nuestro dinero para ver si estamos haciendo bien las cosas según los delincuentes y prófugos de la justicia.
Lo suyo es que se le haga ver a Telefónica que la gente tiene que dormir y comer, si quiere evitar el ingreso obligado en este manicomio.

Los locos vamos a tener una reunión por nuestra cuenta sobre este asunto. Mi vecino está hasta aquí de tantas llamadas, y sé que va a proponer que vayamos en fila a Madrid, o a Sevilla, o a donde sea, y que cada uno llevemos un ladrillo en una mano y una alpargata en la otra para liarnos a ladrillazos y alpargatazos con los responsables de esta paliza que nos dan cada día desde que amanece hasta que la noche nos echa un cable.

En todo caso, entre tantas llamadas inoportunas, el otro día me quedé que todavía no me lo creo. Señores, me llevé una gran sorpresa en Sanlúcar de Barrameda: que allí no hay zona azul. ¿Son los sanluqueños más guapos? ¿Cómo lo ven? ¿Envidia? No hay más preguntas, señoría.

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