Al próximo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le espera desde ya la tarea de cumplir las enormes expectativas que ha levantado en su país y de ajustar sus promesas a la realidad de una crisis económica profunda.
La euforia aún envuelve a sus partidarios, que han celebrado la victoria con bocinas y banderolas hasta bien entrada la madrugada de ayer en muchas ciudades del país, en una fiesta espontánea inusitada que llevó a miles de personas incluso frente a las rejas de la Casa Blanca.
Sin embargo, el equipo de Obama, que lleva meses preparándose para la transición, sabe que los problemas del país son demasiado agudos para dormirse en los laureles.
El senador de Illinois hereda dos guerras, una economía hecha trizas y un Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, aún determinado en atentar contra Estados Unidos.
Ayer, el Gobierno entregó a los asesores de Obama las llaves de una oficina de transición en el centro de Washington de 9.300 metros cuadrados, que acogerá una plantilla de un máximo de 500 personas.
Fuentes de la campaña han indicado que Obama podría anunciar los principales miembros de su gabinete esta misma semana.
Con ello, intentará evitar los errores de Bill Clinton, quien en 1992 ganó la Casa Blanca respaldado con una mayoría demócrata en el Congreso, pero cuya falta de disciplina en el relevo de poder sembró las bases de un mal comienzo. Su error fue querer hacerlo todo al mismo tiempo, según los analistas. “Los primeros dos años de la administración de Clinton fueron un desastre para los demócratas”, dijo a Efe Steven Smith, profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Washington en San Luis (Misuri).
Obama también gozará de una amplia mayoría en el Congreso y deberá definir lo que desea de verdad y convencer a los líderes de su partido en la legislatura para que lo respalden.
Lo que parece inevitable es que se verá obligado a bajar el tono de sus promesas electorales, en vista de la crisis económica.
“Todas sus propuestas van a chocar contra la realidad fiscal del país”, dijo Theodore Moran, catedrático de Finanzas de la Universidad de Georgetown.
En el discurso de la victoria en Chicago, el propio Obama advirtió de que “el camino por delante será largo”.
“Puede que no lleguemos en un año o incluso en un mandato, pero, estadounidenses, nunca he tenido tanta esperanza como esta noche de que llegaremos”, le dijo al país.
La economía será el tema más urgente y sus asesores han indicado que prevén que Obama anuncie en los próximos días su secretario del Tesoro, que deberá ser ratificado en el cargo por el Senado.
Hasta el 20 de enero, el día de la toma de posesión, se quedarán en su cargo los principales directivos actuales de ese departamento, según ha anunciado el Gobierno.
El Congreso podría no esperar tanto para aprobar el estímulo fiscal que ha propuesto Obama, por valor de 175.000 millones de dólares.
El proyecto de ley que manejan los demócratas por ahora prevé usar unos 100.000 millones de dólares para inversiones en infraestructura, ayuda a los estados y los municipios, asistencia a los pobres y subsidios para el desempleo.
El objetivo sería dar oxígeno a una economía que, según todas las señales, ha entrado en recesión, pero algunos economistas creen que el paquete necesitaría entre 300.000 y 500.000 millones de dólares para tener efecto.
Ese volumen de gasto colocaría el déficit presupuestario del país en el billón de dólares en el actual año fiscal, que comenzó en octubre.
Por ahora, incluso economistas obcecados con el equilibrio fiscal como Robert Rubin, ex secretario del Tesoro de Clinton, aceptan que habrá que olvidarse del presupuesto a corto plazo, pero cuando la economía repunte Estados Unidos tendrá que ajustarse el cinturón.
Eso ceñirá el margen de maniobra de Obama para impulsar sus rebajas tributarias y su reforma del sistema de salud, según los expertos.
Obama tendrá otras preocupaciones además de la economía, como qué hacer en Irak y Afganistán, y con los ocupantes de la prisión de Guantánamo, que ha prometido cerrar.
No le falta tarea a un hombre que ha prometido cambiar Estados Unidos y el mundo.
“Los estadounidenses pueden estar orgullosos de la Historia que se ha escrito” en estos comicios, afirmó ayer el presidente saliente, George W. Bush, al comenzar el periodo de transición.
Bush compareció en la Rosaleda de la Casa Blanca para felicitar al que será su sucesor y el primer presidente negro de EEUU.
El aún inquilino del número 1600 de la Avenida Pensilvania aludió en numerosas ocasiones al carácter histórico de estas elecciones, que han roto barreras raciales que muchos estadounidenses de origen africano temían insuperables.
La elección de Obama, sostuvo, representa “un triunfo de la historia estadounidense, un testamento al trabajo duro, al optimismo y la fe en la promesa perdurable de nuestro país”.
“Todos los estadounidenses pueden estar orgullosos de la Historia que se escribió” en los comicios, declaró Bush, quien rindió homenaje en especial a las generaciones de afro-estadounidenses que padecieron los años de discriminación racial y participaron en la lucha por los derechos civiles.
Cuando Obama, que tomará posesión de su cargo el próximo 20 de enero, entre en la Casa Blanca, “millones de ciudadanos estadounidenses se verán desbordados de orgullo en este momento inspirador por el que tanto han esperado”, apuntó el presidente saliente. Será “conmovedor ver al presidente Obama, su esposa, Michelle, y sus preciosas hijas entrar por la puerta de la Casa Blanca”, agregó.
Bush, que también rindió homenaje al candidato derrotado, el republicano John McCain, que “seguirá aportando una contribución extraordinaria a nuestro país”, prometió hacer cuanto esté en su mano para que la transición hacia el nuevo Gobierno sea lo más fácil posible.
El presidente saliente declaró su “completa cooperación” con el equipo de su sucesor en los 76 días que faltan hasta el 20 de enero y aseguró que le mantendrá “completamente informado” sobre las decisiones que se tomen hasta entonces.
Obama, por su parte, ha dejado claro que quiere ponerse en marcha lo antes posible.