Ante la cita con las urnas del 20 de diciembre no cesa de escucharse que se trata de unas elecciones distintas y que representarán un punto de inflexión en la vida política española.
A la espera de lo que decidan los votantes en poco más de diez días, lo que sí es una certeza es que la renovación ha llegado a la candidatura a la Presidencia del Gobierno para la mayoría de las principales fuerzas políticas de ámbito nacional.
Cinco a uno. Ese es el resultado de un repaso entre quienes optan a ocupar despacho en el Palacio de la Moncloa por vez primera y quien ha afrontado ya en más ocasiones ese examen electoral.
Esta será la cuarta vez que Mariano Rajoy esté pendiente de si los votantes otorgan al Partido Popular la mayoría suficiente para que sea él quien presida el nuevo Consejo de Ministros.
Por contra, Pedro Sánchez, por parte del PSOE; Albert Rivera, por Ciudadanos; Pablo Iglesias, a la cabeza de Podemos; Alberto Garzón, liderando la lista de Izquierda Unida y Andrés Herzog, representando a UPyD, se enfrentan por vez primera a una campaña electoral nacional con sus fotografías empapelando calles y colgando de banderolas.
Es más, en el caso de Ciudadanos y Podemos la novedad no estriba sólo en quién aspira a presidir el Gobierno, sino en que es la primera vez en que habrá papeletas de sus partidos en los colegios para unas elecciones generales.
Y precisamente ese desequilibrio entre candidatos que se estrenan y quien ya ha pisado el mismo terreno anteriormente se ha convertido en argumento electoral tanto en precampaña como en el periodo en el que los partidos están pidiendo abiertamente el voto.
Rajoy y el resto de candidatos y dirigentes del PP apelan al valor de la experiencia para dirigir las políticas que necesita España en los próximos años y consideran un serio riesgo para el país que queden en manos inexpertas de unas personas que, como repite el presidente del Gobierno en sus mítines, no han sido ni siquiera concejales.
Interpretación distinta de la experiencia de Rajoy y del PP se hace por parte de los candidatos de la oposición, que la asemejan con políticas del pasado y con los casos de corrupción relacionados con el partido que logró la mayoría absoluta en los comicios de hace cuatro años.
Frente a ello, prometen nuevas formas, más controles y una política más cercana a la calle para que determinadas actitudes no sean mero fruto de la campaña electoral.
Los cinco nuevos candidatos a la Moncloa resumen sus expectativas en la búsqueda de un cambio. No un mero cambio generacional por la edad que a todos ellos les separa de Rajoy (el presidente tiene 60 años, Sánchez 43, Rivera 36, Iglesias 37, Garzón 30 y Herzog 41), sino una regeneración integral de la política.
Pero para quien ya conoce los recovecos de la sede de la Presidencia del Gobierno no ha habido mejor cambio que el vivido por España en los últimos cuatro años al pasar de una situación de quiebra a liderar el crecimiento y la creación de empleo en la Unión Europea.
Pendientes de quién logra que cale más su mensaje en el electorado, lo que es un hecho es que las del 20 de diciembre serán las elecciones desde las primeras celebradas en España tras la recuperación de la democracia en que más candidatos se estrenan y con una media de edad más baja.
Ese es un factor que ha ayudado a que en esta campaña y sus prolegómenos hayan proliferado todo tipo de programas de televisión en los que se ha visto a quienes se disputan la presidencia, no ya tomar cañas en bares o jugar al dominó (imágenes recurrentes desde hace años), sino tocar la guitarra, bailar, competir en un rally, hacer pinitos en la cocina, escalar, descolgarse desde un aerogenerador e intentar imponerse en el futbolín o al ping-pong.
Y también desvelar ante millones de espectadores muchos aspectos de su vida privada. Se trata de una forma de darse a conocer más rápidamente por parte de los nuevos candidatos pero a la que Rajoy ha tenido también que rendirse.