Dice un refrán que a Jaén se entra llorando y se sale llorando. Se refiere este aforismo popular a que el viajero no suele llegar con demasiadas buenas noticias sobre esta tierra acogedora y que, sin embargo, cuando la abandona, lo hace con pena. Sin embargo, el llanto que aflige a quienes viven en esta tierra (ya sean de aquí o llegados de otros lugares) se ha ido tornando con el paso de los años en una pena más honda que la de echar de menos un terruño. Aquí un 65 por ciento de los jienenses sobrevive con menos del Salario Mínimo Interprofesional, es decir, 645,30 euros o menos al mes y el año pasado los que tienen la fortuna de trabajar en Jaén cobraron unos tres mil euros menos que la media andaluza. Al año, apenas llegaron a los 11.800 euros, mientras que a cien kilómetros de distancia se superan los 13.000. Y es curioso, y por tanto motivo de llanto y desesperación, que con solo poner un pie en la provincia, los jienenses tengan que pagar, por ejemplo, el combustible muy por encima de lo que lo pagan sus compatriotas. Jaén es la tercera provincia más cara para repostar de España. Aquí, donde la tasa de paro roza el 40 por ciento desde que comenzara la crisis y donde se cobran los salarios y pensiones más bajos de todo el país, es donde se registran precios más altos en muchos artículos de consumo. Y todos en silencio, no sea que se despierte la bestia.
Jaén
El llanto amargo
Cada estudio que se hace público hace bueno aquello de que a Jaén se entra llorando y se sale del mismo modo. También se vive.
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