Me despedía el curso pasado escribiendo de mi orgullo de ser periodista después del espectacular trabajo de los compañeros y compañeras durante la crisis de la pandemia y fundamentalmente en el periodo de confinamiento. Un confinamiento que pensábamos que iba a ser el principio del ansiado fin de esta pesadilla sanitaria. No fue así y se pusieron todas las esperanzas en la vacuna.
Pero, con medio mundo vacunado con las dos dosis, las variantes del covid 19 siguen campando a sus anchas y los números de contagios vuelven a asustar, así como el de ingresos e incluso la letalidad aumenta nuevamente de manera lamentable. En un año la palabra clave ha sido las olas. Hemos pasado la segunda, la tercera, la cuarta y estamos en una quinta que ha cogido a los políticos con el paso cambiado, porque no la esperaban y porque ya estaban inmersos en una recuperación económica que, me temo, les ocupa y preocupa más que la realidad sanitaria como lo demuestra lo reacio, en general, que se muestran a aplicar medidas restrictivas de mayor dureza a las que están en vigor en aras de frenar la subida de casos e ingresos hospitalarios.
Por todo ello estamos ante un extraño fin de curso periodístico porque es difícil predecir el escenario sanitario económico que nos aguarda cuando este Viva reaparezca en el próximo mes de septiembre. Yo seguiré con mi cita semanal, ya viendo el panorama desde mis cuarteles de invierno por aquello de mi jubilación en el pasado noviembre, y los que siempre serán mis compañeros, y sin embargo amigos, lo harán desde la primerísima línea del combate informativo. Feliz agosto que ojalá y abra una ventana a la esperanza de recuperar esa añorada normalidad.