Hay momentos donde parece que se para el reloj. El propio tiempo es como si se frenase en seco cuando, en plena juventud, ves como alguien que te ha dado la vida y la suya propia en tu beneficio se va para no volver. Todo cesa. Nada parece tener sentido, más allá de ese dolor intenso que se siente cuando te arrancan un trozo de tu corazón,Como si no hubiese un mañana, aunque con el paso de las horas, esas que se bloquearon el 4 de octubre de hace cuarenta y cuatro años a las seis menos cuarto de la tarde, te tienes que hacer fuerte y seguir viviendo, trabajando, comiendo, durmiendo, sufriendo y rehaciéndote y poniendo orden en tu vivencia diaria.
Y, como es el caso, te llega la hora del casamiento, de la llegada de los hijos, de nuevas experiencias laborales, de marcar otra cadencia diferente y hasta de saber que los minutos siguen su avance inexorable y que nada se ha detenido. Algo sí. El momento del adiós que queda grabado para siempre, así vayan cayendo las hojas de los calendarios, así se vaya coloreando de blanco tu pelo y así digas adiós a cuarenta y ocho años de trabajo para empezar otra fase distinta. Ni se olvida el instante trágico, ni tampoco el sentimiento que hace que cada día te acuerdes de esa madraza que se levantaba y se acostaba pensando en su hijo. No hay amor más grande que el de una madre y por eso, en el día después del 4 de octubre, me permito recordarla en esta pieza de opinión que Viva Jerez tiene la deferencia de seguirme ofreciendo cada martes de cada semana.
Recuerdo aquellos años en los que aún no se votaba para tener alcalde, donde acabábamos de tener las primeras elecciones democráticas al parlamento, donde, en el barrio, cuando ibas hacia la parada del autobús comentabas al vecino que ibas "a Jerez, que tengo cosas que hacer" cuando estabas a diez minutos andando del centro, cuando la calle Larga era carretera nacional y los domingos era el día en que los hombres se ponían sus trajes y las mujeres sus galas para pasear por esa arteria principal, de Cristina a Arenal y viceversa con un alto a primeros de mes bien en La Venencia o en La Granja Soler o en las 7 Puertas del Progreso, Era el ritmo de aquel año 1977 que por siempre tendré presente, porque en el otoño del mismo se fue Carmela, mi madre. Gracias por haberlo sido.