La Reserva Natural de la Laguna de Fuente de Piedra se encuentra en la zona de Antequera. No solo es la más extensa de Andalucía, sino que constituye un enclave único dentro de los humedales del Mediterráneo Occidental -es una laguna de agua salada- y escenario de la mayor colonia de flamencos de toda la Península Ibérica. Sin embargo, las aves han pasado de largo este año. Sus 1.400 hectáreas de extensión se encuentran secas por la falta de lluvia. El País abría este viernes su portada con una foto de su aspecto actual bajo el título “Desierto de sal”.
Si ya costaba tragar saliva al ver la desoladora imagen -y los escenarios posibles y terribles que evoca-, la noticia destacada más abajo te removía directamente las entrañas, ya que narraba la historia de las mujeres y niños que se encontraban recluidos en la bodega del barco abarrotado de migrantes y que se hundió el miércoles en el mar Jónico: apenas han salvado la vida un centenar de personas, todos hombres, y se calcula que en la embarcación viajaban casi 700.
Puede que los despachos en los que se abordan cuestiones trascendentales sobre inmigración estén demasiado lejos del mar Jónico, o lejos de la realidad misma, o puede que los que los ocupan no valgan para el puesto, o quienes los designan no consideren prioritarias sus propuestas, pero es evidente que siguen sin dar una respuesta eficaz al problema, aunque -quiero creer que es así- se les disuelva el estómago igual que a todos nosotros al ver esa abarrotada lata oxidada a merced de las olas y las imágenes posteriores del naufragio.
No se apuren. Si aún así consideran que todo eso también les coge lejos de casa, en una esquina de la portada la ínclita y bronceada Christine Lagarde nos felicitaba con una nueva subida de los tipos de interés al 4% y el anuncio de otra más del 0,25% para julio porque no encuentra aún la manera de contener la inflación. Le pasa lo mismo que a nosotros. No tenemos manera de contener el euríbor. Una pena que ni tengamos medios para lograrlo ni tampoco sea un asunto que le ataña a la, supongo, aseada cuenta corriente de la señora Lagarde. Si Broncano logra invitarla algún día a su programa tal vez nos ilumine con lo que tiene en el banco para entender su fría relación con los números.
El resto de la portada se interpretaba desde la óptica de lo que José María García definía -y ahora recuerda en su excepcional docuserie- como “el imperio del monopolio”, que aquí se expresa en su legítima correspondencia con la causa de Pedro Sánchez, defendida en otros medios del grupo, y que viene a situar a España al borde del apocalipsis como consecuencia de los pactos del PP con Vox.
La clave, reitero, ya la dio Juanma Moreno en la campaña de las andaluzas: si de verdad los andaluces temían o no querían a Vox, les bastaba con votar al PP, y a Sánchez no paran de salirle voluntarios para abundar en ese sentido y, de paso, para ayudarle a cavar su propia tumba, como ha demostrado esta semana el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, reivindicando el “patriotismo de Bildu” frente al patriotismo “de pulsera” de la derecha. De Martín, por cierto, ni rastro en la portada.
En realidad, la política no deja de ejercer como entretenimiento en mitad de las cuestiones que agitan nuestro esperanza, nuestro sueño y nuestra cartera, y que ahondan en nuestra depresión cuando toca hacer acopio de los titulares de cada día. Hace tiempo que los debates saltaron de los hemiciclos a los platós de televisión para convertir a los espectadores en hinchas y animar este circo de tres pistas que se reduce a establecer marcos mentales.
Este sábado que se han celebrado los plenos de investidura de los ayuntamientos uno quiere recobrar la fe en la buena voluntad de los discursos constructivos y conciliadores, tal vez “escuálidos y conmovedores”, que diría el Mario Conde de Leonardo Padura, pero forjados por la necesidad de dar ejemplo desde lo local, por la aceptación de contribuir entre todos en favor del bien común. Eso sí, nunca hasta ahora se ha cumplido. Ojalá sí, ahora.
