La familia de Ángela, una niña de seis años con trastorno del espectro autista (TEA), lucha para que su hija
pueda seguir estudiando en su actual Colegio de Educación Infantil y Primaria Remedios Rojo en Monda. Buscando lo mejor para su hija, Pepa Cobos y Ángel Estacio están removiendo cielo y tierra para que la Consejería de Desarrollo Educativo permita que la pequeña se pueda seguir desarrollando en su entorno y
no tenga que viajar diarimente a Coín.
A día de hoy, Ángela
está escolarizada en el último curso de infantil. Este año debería haber empezado primaria, pero ha repetido para dar tiempo a sus padres y que puedan “
pelear por un aula específica” en Monda, cuenta Pepa. Su TEA hace que su educación esté adaptada. Ángela, actualmente,
está en modalidad ‘B’, donde comparte aula con el resto del alumnado y se ausenta cuando tiene sesión con el logopeda y la pedagoga. Este curso le toca “evaluación” y un “tanto por ciento muy elevado
le van a pasar a modalidad ‘C’”, lo que implica que, a partir de ese momento,
tiene que estar en un aula específica.
Aquí está el problema. En su pueblo “no hay aula específica”, por lo que
los menores son derivados a Coín. “Tenemos entendido que
en Coín las dos aulas de modalidad ‘C’ están completas y tendrían que crear una nueva”, asegura esta madre, que pide la instalación de la nueva clase en Monda en lugar de Coín, para su hija y para otros dos niños más. “En nuestro colegio no solo está Ángela, también hay otra niña con autismo”, ya son dos alumnas, a las que se podría sumar un tercero: “
Serían tres niños los que necesitan ese aula en nuestro pueblo”.
Las aulas especificas de TEA tienen una capacidad “máxima de cuatro” estudiantes, ampliable a “seis o siete” para la entrada de alumnos con otras discapacidades, como Síndrome de Down o parálisis cerebral. El
Remedios Rojo “cumple” todos los requisitos para albergar el nuevo aula: “Tienen que poner dos aulas prefabricadas,
una de las clases se podría dejar vacía para ellos”.
La gran preocupación
Las personas con TEA “
no entienden los cambios”. Ángela mantiene sus hábitos “desde que se levanta y hasta que se acuesta” y un cambio de colegio, “donde no conoce a nadie, sería sacarla de su rutina”.
Pepa y Ángel
temen que suponga “un retroceso” a su “ritmo de aprendizaje”, porque en estos
tres años han logrado que la pequeña esté “integrada con sus compañeros”, incluso, dice orgullosa su madre, “va a baile y a extraescolares con sus compañeros”.
Este
no ha sido un trabajo de días. Ángela no habla, pero su entorno, sus profesores, amigos y vecinos,
ha aprendido a relacionarse con ella con un “sistema de comunicación alternativo”: “Todo el
pueblo sabe que ella usa una tablet y habla a través de su comunicador,
si ahora nos mandan a Coín, ese equipo no está formado y habría que partir de cero”.
El cambio “sabemos” que va a ser “perjudicial” y “un trastorno en todos los aspectos”, alerta Pepa, haciendo hincapié en otro de los problemas, la distancia.
A Coín y Monda los separan unos doce kilómetros, 12.000 metros ida y 12.000 de vuelta de lunes a viernes. En el caso de que nadie pueda llevar y recoger al menor, Educación facilita un transporte público, otro inconveniente más. “Ella nunca se monta en un autobús y aquí viajaría con gente que ella no conoce”, explica, sin contar con que “el autobús p
uede salir a las ocho de la mañana y llegar a las cinco de la tarde a casa”. Además, la administración tendría que “poner un monitor” que la acompañe.
La
distancia también supone una preocupación a raíz de la
epilepsia que le detectaron. Ante una crisis, “yo tendría que ir al colegio a Coín y no es lo mismo que si le pasa en Monda”.
Tanto el CEIP Remedios Rojo como Pepa y Ángel
han mandado escritos a la delegación territorial. Este viernes
tienen una reunión, a la que acudirán con la esperanza de que este 23 de diciembre “
Papa Noel nos traiga una solución como regalo, que nos digan que nuestra hija se queda un su pueblo sería la mejor noticia que podríamos tener”.
Entrevista completa: