Todo lo que se mire con prismáticos o de reojo va a parecer negativo en el Málaga, con cada vez más cara de
Primera RFEF. Muchos lo están asumiendo ahora, lo más alarmistas o pesimistas o realistas ya llevan tiempo asumiéndolo y cada vez más pocos quedan con fe en que este equipo sí se salva.
Es inevitable analizar lo malo que se hace, que es mucho (en el
palco y en el
césped) y durante demasiado tiempo. Pero aún quedan resquicios para convencerse de que esta plantilla, muy descompensada y por debajo de su nivel, tiene argumentos para confiarles salvar el barco.
El primer clavo al que agarrarse son esos
jugadores con galones y personalidad.
Lago Junior tiene lo que no había: desborde, físico y gol partiendo desde la banda. Appiah viene con la urgencia de reivindicarse y tiene las condiciones, aunque su poca aportación ante el Burgos demuestre lo contrario.
Chavarría tiene garra,
Rubén Castro es el primero que sabe que su sequía tiene fecha de caducidad.
Febas o
Villalba están teniendo más finura.
Genaro y
Escassi estaban a buen nivel antes de lesionarse.
Lo segundo es que los
rivales directos de la zona baja también van a sufrir. El Málaga, dentro de lo malo del empate frente al Burgos, se queda a un punto más cerca de la salvación (4) tras los pinchazos de
Ponferradina y
Racing. Y aún hay que jugar contra ellos y
Lugo en esta segunda vuelta. El calendario que le viene al Málaga es Sporting fuera, Oviedo en casa, Albacete a domicilio y Zaragoza en casa. Imprescindible, como mínimo, ganar los de casa y puntuar a distancia.
Además, el equipo tiene
tramos de dominio al rival, valentía y ocasiones (se vio ante Tenerife y Burgos en casa y contra el Eibar), aunque luego se venga abajo por errores propios en ambas áreas. La balanza está cerca de cambiarse: un penalti clamoroso no pitado, un gol anulado, un error evitado. Hay margen para ello, son 18 partidos y las sensaciones son de mejoras en el juego, pero de bloqueo mental por la dinámica.
Cuando se logre encadenar varias alegrías, esa
depresión se irá convirtiendo en autoestima, orden, progreso y puntos. La experiencia de Mel, otro motivo.
“Estamos en descenso y los futbolistas lo llevan en las piernas y la cabeza”, decía tras el partido. Su trabajo es entrenarles esa cabeza. Porque estos son los jugadores que tienen la misión de salvación y no Manolo Gaspar, condenado a marcharse más pronto que tarde por sus malas decisiones.
La afición pensará en los errores, en los jugadores que se "arrastran" por el campo y no dan la talla, en los 18 puntos en 18 partidos de Pepe Mel, en las
vergüenzas que suceden fuera del terreno de juego (pancartas retiradas unilateralmente, mala gestión del club en asuntos mayores y menores...). Pero habiendo margen para revertir la situación, hay opciones. La cuenta atrás está en marcha. Serán 18 jornadas tan interminables como supersónicas.