La crisis abierta en el Gobierno italiano ha torpedeado la razón misma de la investidura del primer ministro, Mario Draghi, guiar la Italia pospandémica y repartir los fondos europeos, cubriendo de incertidumbre un contexto peliagudo agravado ahora por la crisis energética y una inflación histórica.
"Esta crisis abre una fase muy incierta en un momento difícil y no beneficia en absoluto al país", explica a Efe el economista del Instituto Bruno Leoni Carlo Stagnaro, preocupado por su repercusión en la tambaleante economía italiana y a nivel europeo.
Draghi aclarará el miércoles en el Senado y la Cámara de Diputados si consuma o no la dimisión que presentó el pasado jueves y que fue "congelada" por el presidente de la República, Sergio Mattarella, partidario de saldar la crisis donde se debe, en el Parlamento.
El primer ministro renunciaba después de que una pieza importante de su Gobierno de unidad nacional, el Movimiento 5 Estrellas (M5S), no votara una moción de confianza, minando, dijo, "el pacto de confianza" colectiva por el que aceptó gobernar en febrero de 2021.
Así, el Ejecutivo agoniza en un momento de incertidumbre tras la guerra ucraniana, con una inflación histórica, con una rebaja del crecimiento al 3,1 % en 2022 y cuando se esperaban ayudas a familias y empresas que podrían quedar en papel mojado.
UN PLAN DE RECUPERACIÓN A MEDIAS
La primera misión de Draghi fue reescribir el Plan de Recuperación y Resiliencia (PNRR) de la pandemia, dotado de 221.500 millones de euros de los que 191.500 millones procederán de la Unión Europea.
A lo largo de 2021 se completaron los 51 primeros objetivos, con reformas en varios ámbitos, desbloqueando el desembolso de 21.000 millones, mientras que en la primera mitad de este año se alcanzaron otras 45 metas, pidiendo el envío de otros 24.100 millones.
En lo que queda de año Italia deberá implementar otras 55 reformas a cambio de 19.000 millones de euros y una crisis de Gobierno, o un adelanto electoral, por lo menos ralentizaría esa misión: "Las elecciones imposibilitarían alcanzar esas metas", zanja Stagnaro.
LA CRISIS ENERGÉTICA ITALIANA
Pero la mayor preocupación de Draghi es la crisis energética que desató la invasión de Ucrania y la urgencia por acabar con la dependencia del gas del Kremlin (hasta febrero, Italia importaba el 90 % de su consumo y el 40 % llegaba de territorio ruso).
Tal es el desvelo, que cuando presentó su dimisión, una de las razones que llevaron a Mattarella a rechazarla fue el viaje a Argelia que el primer ministro tenía en agenda para este lunes: una cita a la que el Gobierno debía acudir en plenas funciones.
La diplomacia italiana ya ha convertido al vecino africano en su primer proveedor de gas, reemplazando a Moscú y garantizando el suministro, aunque quiere más.
Porque Rusia sigue avanzando en sus recortes a Europa y esto arroja preocupaciones de cara al otoño: "El Gobierno deberá tomar decisiones difíciles, puede que hasta de racionamiento, y si es débil su capacidad para ello disminuiría", advierte el experto.
PRESUPUESTOS E INFLACIÓN
Todo esto con la inflación desatada, creciendo en junio un 8 %, un dato que no se registraba desde 1986, y los precios de la vivienda, agua, electricidad y combustibles escalando un 28,1 % interanual.
Sobre la mesa del Gobierno hay otro decreto con ayudas millonarias para ayudar a familias y empresas que debía aprobar este julio y que, en caso de colapso político, se esfumaría.
La acción de Draghi también se ha visto interrumpida cuando había comenzado a delinear la futura Ley de Presupuestos de 2023, cuyo primer borrador debe llegar a Bruselas antes del 15 de octubre y que ya había empezado a negociar con la patronal y los sindicatos, preocupados por esta tesitura.
Y es que, en el caso de que Italia vaya a elecciones se votaría a finales de septiembre, lo que haría "improbable" que el nuevo Ejecutivo tenga tiempo para redactar unas nuevas cuentas que respondan a estos tiempos difíciles e inimaginables hace un año.
Todo esto mientras la prima de riesgo tocaba esta semana los 225 puntos, un nivel que no se veía desde que en 2018 el neonato gobierno del Cinco Estrellas con el ultraderechista Matteo Salvini evocaron el abandono de Italia de la moneda única.
La caída de Draghi dejaría en la cuerda floja otras urgencias como aplacar el encarecimiento del combustible, el prometido salario mínimo, claudicaría la batalla europea por el techo al precio del gas y se frenaría la reforma del sistema de pensiones y el proyecto de ley para la competitividad, exigido por Bruselas.
El primer ministro medita este escenario al tiempo que aumenta la presión para que agote la legislatura en marzo de 2023. Pues las alternativas a él se resumen en otro gobierno técnico o un adelanto electoral. O lo es que lo mismo: dudas en el horizonte en el peor de los momentos.
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El jaque a Mario Draghi, un cortocircuito económico en medio de la tormenta
Cubriendo de incertidumbre un contexto peliagudo agravado ahora por la crisis energética y una inflación histórica
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