Las dos madres que han testificado hoy en la causa abierta a los dos titiriteros por enaltecer el terrorismo en la obra que representaron en Carnaval han asegurado que hay más violencia en los dibujos de Bob Esponja y que además el público fue advertido de la aparición de escenas violentas y "antipedagógicas".
Estas dos testigos, que han declarado en la Audiencia Nacional a petición de uno de los titiriteros, Raúl García Pérez, han considerado además que la violencia que pudieron ver en "La Bruja y San Cristóbal" era exactamente la misma que se ha ejercido en cualquier obra de títeres tradicional con su cachiporra y que lo único que cambiaba eran los personajes que la recibían (un juez y una monja).
En cuanto al interés que prestaron a la obra, han comentado que los niños estaban más aburridos que otra cosa y que ni los adultos ni los pequeños se enteraron muy bien de qué iba la obra, fundamentalmente porque era en esperanto y en latín, según ha explicado en declaraciones a los periodistas el abogado de uno de los titiriteros, Jaime Montero.
Tras la celebración de esta diligencia, el abogado confía en que el juez que instruye esta causa, Ismael Moreno, resolverá la petición de sobreseimiento de este caso.
Los titiriteros, que estuvieron 5 días en prisión por estos hechos, han pedido el archivo de esta causa alegando que el haber exhibido en la obra una pancarta con el juego de palabras "Gora Alka-ETA" no puede calificarse como un delito de enaltecimiento del terrorismo, ni tampoco las escenas violentas pueden interpretarse como constitutivas de un delito de odio teniendo en cuenta que hay más violencia en series para niños como "Pokemon".
El pasado 16 de marzo ya comparecieron ante el juez otros cuatro testigos, un padre y una madre que acudieron con sus hijos a ver la obra y dos trabajadores del Samur que se encontraban en la plaza del Canal de Isabel II del barrio de Tetuán en la que se representó.
La testigo que acudió a verla con su hija de 2 años explicó al juez que siete minutos después de que comenzara la representación acudió a la Policía a denunciar lo que estaba viendo, fundamentalmente, los actos de violencia explícita que aparecían como la violación de una monja o el ahorcamiento de un juez.
Otro testigo precisó que la obra no tenía diálogos y que no entendió el argumento, mientras que uno de los trabajadores del Samur que testificó fue el que grabó las imágenes del guiñol que luego se aportaron a la Policía.