“El flamenco es un círculo muy cerrado, por eso tuve que ir despacio: mi primer disco lo hice flamenco, en el segundo metí los pies en la piscina y ahora, con el tercero, me he tirado de cabeza, a lo bestia”, asegura el artista onubense.
Aunque se resiste a confirmar la existencia de un Sonido Pitingo, el cantaor sí resalta la singularidad de su propuesta: “Hay gente que canta flamenco muy bien, y lo mismo ocurre con el soul, pero no conozco nadie que haga las dos cosas. Quizás sea un bicho raro”.
Con la edición de su nuevo álbum, Pitingo se libera de ciertas ataduras que limitaron sus primeros intentos profesionales. “Cantaba flamenco puro y, en cuanto di un giro hacia el soul, algunos críticos flamencos empezaron a decir que me había desviado”, recuerda.
“Pero quien no arriesga no gana, y si no hubiera hecho ese giro estaría haciendo flamenco, que me encanta y es mi pasión, pero estaría frustrado por no poder hacer soul. ¿Y por qué no lo iba a hacer? ¿Porque cuatro personas digan que no? Están muy equivocados, señores”, sentencia el artista.
Pitingo destila confianza en sí mismo, la que otorga haber vendido más de 150.000 copias de su anterior trabajo, Soulería, un espectáculo que recorrió España y que vieron más de 200.000 espectadores. Al amparo de cifras tan contundentes, el cantaor se ha sentido con la fuerza necesaria para llevar a cabo Olé y amén.