La Goyesca de Ronda, que vuelve a su cita este sábado después de un año de ausencia, es una síntesis de seis décadas de toreo y de fidelidad a un apellido, Ordóñez, y al más pleclaro de los exponentes de esta saga inaugurada por Cayetano 'El Niño de la Palma', su hijo Antonio.
La primera Goyesca se celebró, sin vocación de continuidad, para conmemorar el segundo centenario del nacimiento del mítico diestro rondeño Pedro Romero: fue en 1954 anunciando al Niño de la Palma (hijo), César Girón y Antonio Bienvenida.
La idea reverdecería en 1957, consagrando su continuidad, ya en manos de Antonio Ordóñez, y desde entonces sólo se ha interrumpido por obras en la plaza en 1963 y en coincidencia con la primera retirada del maestro, además del pasado año por la drástica reducción de aforo impuesta por la normativa anticovid.
Antonio Ordóñez llegó vestirse de goyesco -casi siempre de blanco con pasamanería negra- hasta en dieciocho ocasiones.
Las primeras goyescas reeditaron el formato de corrida concurso y Antonio Ordóñez alternó con toreros como Rafael Ortega, Aparicio o Bienvenida, sólo falló a la cita en 1961 y el año anterior había sido testigo de la alternativa de Rafael de Paula de manos de Julio Aparicio.
1964 marca el nacimiento de una nueva etapa en la que Antonio vuelve a ser fijo en los carteles en el lustro prodigioso que finaliza en 1969. Ha cambiado la baraja: repiten Bienvenida o Aparicio, pero ya aparecen los nombres de Miguelín o Palomo Linares. El maestro de Ronda no compareció en 1970. Tampoco lo hizo en 1971, año de su auténtica retirada en San Sebastián.
Pero Ordóñez volvió a prepararse a fondo para regresar a su festejo más querido en 1972, mano a mano con Bienvenida. Llegó a matar más de 50 toros a puerta cerrada antes de volver a enfundarse el traje goyesco. Se había encargado un nuevo vestido, pero había adelgazado tanto durante esa concienzuda preparación que tuvo que combinar la flamante casaca blanca con la taleguilla celeste de un traje anterior.
Retirado de la guerra de la temporada, su comparecencia anual en Ronda se convirtió en una auténtica peregrinación de aficionados de todo el mundo que lo vieron alternar con matadores de la talla de Paquirri o Paco Camino, bases de este periodo, además de Curro Romero o José María Manzanares, que se convertiría en el torero más recurrente de las goyescas de la década siguiente.
El maestro de Ronda volvió a tomar distancia en 1978 y 1979. Los carteles experimentaron un extraño bajón de calidad que se recuperó por completo en 1980, año del recordado mano a mano entre el mismísimo Ordóñez y su yerno Paquirri. Ésa fue la última Goyesca del genio de Ronda, que también tenía previsto actuar en la de 1981 -año de su accidentada y breve reaparición de luces- aunque se hizo sustituir por El Cordobés.
El genial rondeño no abandonó la corrida goyesca, pero no volvería a ponerse delante del toro. Se consagró a la función de organizador de un evento al que le costaría recuperar su ausencia, el aura de su irrepetible personalidad. No lo conseguiría, definitivamente, hasta 1987, cuando Paco Ojeda se encerró con seis toros de Torrestrella y cuajó de cabo a rabo a un gran ejemplar, llamado ‘Bulería’, marcado con el hierro de Torrestrella
Francisco Rivera Ordóñez actuó por primera vez en la Goyesca en 1996 y su abuelo organizó la última dos años después.
Bajo la batuta de Francisco Rivera Ordóñez llegaría un cambio de rumbo. El universo humano que rodeaba a su abuelo sería sustituido paulatinamente por el entorno de Francisco, que otorga su propia personalidad al evento.
Lo social comienza a ganar la partida a lo meramente taurino llegando a su cénit en la alternativa de Cayetano, mano a mano con su hermano en la goyesca de 2006. Manzanares hijo se convierte en esos años en otro torero ahijado por la Goyesca, aunque Morante se lleva los titulares más rutilantes al encerrarse con seis toros en 2013, recién salido de la convalecencia de la cornada de Huesca.
Sería Cayetano el que acapararía los mayores titulares en los años siguientes, pero el hecho más resonante de ese período es la despedida de su hermano Francisco en medio de una corrida coral –la de 2017- en la que volvió a brillar el menor, que no ha vuelto a Ronda desde entonces.
Su celebración quedó interrumpida en 2020 por imperativo del virus y el inimitable festejo recupera ahora su lugar en el mundo del toreo.
Ronda
El aura de Antonio Ordóñez
La primera Goyesca se celebró, sin vocación de continuidad, para conmemorar el segundo centenario del nacimiento del mítico diestro rondeño Pedro Romero
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