La Ley ha tardado quince años en ver la luz porque ha habido cambios de gobiernos, cruces de competencias, muchos sectores de la Justicia y la Administración involucrados y como suele ocurrir, de lo que se pedía al principio a lo que se consigue al final hay un abismo.
Se trata de la Ley 15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdicción Voluntaria que entre otras cosas pretende algo que viene muy bien a los profesionales, pero sobre todo al ciudadano, descongestionar en lo posible los Juzgados permitiendo a los notarios realizar ciertas funciones perfectamente compatibles con su condición de fedatarios públicos. Y entre ellas, la más llamativa para el público, está la posibilidad de oficiar bodas.
Ignacio Padial Gómez-Torrente, ha sido el primer notario de San Fernando -aunque no da fe de ello, pero cree que sí- en realizar el trámite formal a una pareja que llegaba con la boda celebrada por otro rito.
Decir que voy a ir a notario a casarme... Glamur, lo que se dice glamur, no tiene nada.
—Hombre, a nosotros nos ha hecho nuestra pizquita de ilusión dentro de este ámbito de la Ley de Juridicción Voluntaria. ¿Glamur? Depende. A mí me parece menos glamuroso que se me case un juez antes que un notario. Nosotros, además, tenemos un despacho muy bonito.
Visto así... El acto que haría el notario es como cuando en la Iglesia los novios firman los papeles, que se hace aparte.
—Exacto. El acto es el mismo lo celebre un juez, un notario o un concejal. Tenemos que leer tres artículos del Código Civil y preguntarles a los contrayentes si vienen libremente. Ya es lo que uno quiera aportarle al momento y ahí los jueces y los concejales nos llevan ventaja porque llevan muchos años haciéndolo.
Depende de la imaginación de cada oficiante.
—Por supuesto. Uno intenta no perder la seriedad de la profesión de notario, pero para mí es muy importante que la gente se sienta cómoda.
De alguna forma es cómodo, porque los contrayentes pueden ir a casarse cuando quieran, celebrarlo como quieran y luego cumplir con la parte legal.
—Claro. El tema está en que en un momento dado hay que hacer el acto solemne. A mí me da igual que sea antes, durante o después, pero lo que sí tienen que tener claro los contrayentes es que vengan con el expediente terminado, porque hasta el 30 de julio de 2017 los notarios sólo puede hacer el acto de matrimonio pero el expediente lo tienen que seguir haciendo en el Registro Civil. Y en el Registro Civil tienen que decir que los case el notario equis. Además, el notario que celebre tiene que ser del municipio. Yo no me puedo trasladar a otro municipio a hacer la boda.
¿Pero el notario puede celebrar la boda fuera de la notaría?
—Se puede estudiar. Como poder se puede hacer.
Eso es muy americano, ¿no?
—Sí que es verdad. Yo dentro de lo que es el horario laboral no tendría problema siempre que sea dentro de San Fernando.
Es como los americanos pero aquí no creo que haya nadie que te pida que los cases vestido de Elvis Presley.
—Puede haber alguien e incluso bromeamos con eso, pero luego nos frenamos porque el acto tiene que tener su solemnidad y se perdería con ese tipo de cuestiones. Aunque serían divertidas.
Se puede dar en un caso de que se case un amigo suyo. No creo que le quite seriedad.
—De hecho me ha pasado antes de que pudiéramos oficiar bodas. El año pasado se casó un amigo mío en Cádiz y me pidió que yo hiciera la parte civil de la boda y en el convite hicimos una ceremonia con unas palabras muy preparadas, contando anécdotas y todo muy bonito. Como si fuera una boda de verdad pero dándole un poco más de historia porque era un amigo.
Casarse es serio por la Iglesia, por el Juzgado, por la notaría o por el concejal, pero se podrá ir a la notaría y leer su poema o decir sus palabras...
—Por supuesto. Por ejemplo, en las bodas civiles no hay imposición anillos. Pues yo a los contrayentes les pregunté si querían hacerlo, un beso, luego brindamos con champán... Era la primera y quisimos darle un poco más de ambiente. Y estamos abiertos a todas las posibilidades que hagan que la ceremonia sea lo más cálida posible para los que van allí. Es que a la notaría no sé por qué la gente va siempre... así.
Menos cuando van a cobrar una herencia.
—A veces incluso en esos casos. La gente va muy nerviosa y nosotros intentamos quitarle un poco de hierro a eso del notario. Los jóvenes que hemos ido entrando procuramos cambiar el papel de notario.
La letra no puede cambiar y esas peroratas difíciles de entender están escritas así para que no se puedan interpretar más que de una forma. ¿Pero qué está cambiando en las notarías con la gente joven?
—En mi opinión el notario debe de ser una persona cercana y el servicio que debemos de dar es de cercanía al ciudadano. Queremos olvidarnos de la figura del notario en un pedestal y que sea un notario que se acerque al cliente, que se haga casi amigo del cliente porque al fin y al cabo le estamos resolviendo problemas. Para eso necesitamos cercanía y calidez dentro de lo posible.
La persona agradece que le explique lo que le ha leído.
—Por supuesto. Para mí lo más importante a la hora de exponerle a una persona una escritura o un préstamo hipotecario, que tienen una serie de términos complejos, es que lo entiendan. Tú vez cómo es esa persona y cómo puedes explicarle las cosas. No se trata de leerlo letra por letra sino de que comprenda qué es lo que hay en ese documento, por qué lo está firmando y que se vaya tranquila. Uno intenta ser lo más didáctico posible y por supuesto, antes de firmar preguntamos si tiene alguna duda.
Hace unos cuantos años estaban ustedes hasta el cuello de trabajo.
—Yo eso no lo viví porque yo empecé a ejercer en noviembre de 2009, cuando ya la crisis estaba instaurada y lo único que escucho son historia de compañeros o empleados de notarías diciendo que las colas daban la vuelta a la manzana.
Ahora también están hasta el cuello pero por otras razones.
—Hay día que estudiamos las caras los unos de los otros, pero parece que hay un poco más de actividad.
Lo de las bodas no va a solucionar el problema...
—No.