El tiempo en: Costa Occidental

San Fernando

Hasta el grito de Tarzán es falso

Francisco Camas hizo sonar a 8.500 estrellas, metió en un pentagrama el pregón de Macandé y trabajó en Boston buscando los componentes genéticos de los microbios que tiene el cuerpo humano.

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

Es científico y músico, aunque desde hace tres años está dedicado ‘oficialmente’ a la docencia ejerciendo como profesor de Armonía, Análisis Musical y Composición en el Conservatorio Profesional de Música Teresa Berganza de Madrid. Obtuvo el Título Superior de Profesor de Música en el Conservatorio Superior de Málaga y posterior mente se hizo con la Licenciatura en Ciencias Físicas por la especialidad de Física Teórica en la Universidad Autónoma de Madrid.

Vendría después el doctorado en Física de Sistemas Complejos en la Universidad Complutense de Madrid, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas y el Centro Nacional de Biotecnología. Y todo ello lo completó con su estancia postdoctoral en el Massachussets Institute of Technology (MIT) como investigador en los campos de Biología de Sistemas y de la Genómica.

Aparte de la investigación pura dentro de estas disciplinas, la búsqueda de puntos de contacto que vinculen su doble formación científico musical dio lugar al desarrollo de proyectos comoThe Stellar Choir.

Francisco Camas recopiló las oscilaciones de casi 8.5400 estrellas estudiadas en el programa Kepler. Esas oscilaciones registradas en un periodo de tiempo de diez días las convirtió en curvas de sonido, comprimiéndolas a un periodo de diez segundos.

Ahora, en la página de la NASA, se puede consultar su trabajo y escuchar el sonido de las estrellas. O la extrapolación de la luz insonora a una gráfica musical que una vez convertida al pentagrama se puede interpretar como cualquier melodía.

¿Pero saben ustedes de dónde partió la idea de escribir la música de las estrella?

Ponerle sonido a las estrellas.
—Yo había hecho unos trabajos previos con mi mujer, que es musicóloga, sobre la transcripción de las melodías del flamenco. El vínculo es que las melodías del flamenco, a diferencia de las que pueden aparecer en un piano, que son escaloncitos, notas musicales... en las del flamenco, el cante a palo seco, la melodía se mueve las notas que hay entre las notas. La afinación se va deslizando entre estas escalas y va difuminando la diferencia entre las alturas. Va transformando la escalera en una especie de tobogán de subidas y bajadas. Eso se puede transformar en una curva de afinaciones que puedes convertir en una partitura. Muy sofisticada porque es una curva de altura, pero al fin y al cabo una partitura tradicional es una curva de altura sólo que funciona por escalones. Cuando vi las curvas de luz de las estrellas, las formas, grosso modo, se parecen mucho a las curvas de la transcripción de melodías del flamenco. Algunas de las curvas de luz de las estrellas tienen ese deje de quejío.

Yo siempre digo que cuando un cantaor canta a compás es que está cantando mal.
—Cuando tienes una guitarra detrás, que tiene trastes, te va encorsetando un poco en los tonos y semitonos, pero en el cante a palo seco del martinete, la debla, la carcelera... ahí es donde está la esencia. En mi página web se puede ver ese estudio sobre el flamenco (www.franciscocamas.com) además de otro proyecto curioso. Transcribí el famoso grito que Tarzán que necesitaban los herederos de Edgar Rice Burroughs, creador del personaje, a los que pedían una partitura para registrarlo en Europa para usarlo para videojuegos... Decían que no se podía transcribir pero yo había hecho cosas más complicadas. Lo hice y tiene la particularidad de que ese grito es una manipulación de sonido en laboratorio, que para la época en que se hizo la primera película ya era pionera. Weissmüller decía que era él el que hacía el grito, pero el gráfico demuestra que es totalmente falso.

¿Entero?
—Al menos una parte es falsa. Hay un trabajo de laboratorio. La partitura es totalmente simétrica y cuando uno ve la gráfica se ve que hay una primera parte y la segunda es esa misma parte a la que le han dado la vuelta. Al final me respondió un abogado de un gran bufete de San Francisco diciéndome que me agradecía los sonidos -porque una vez que tenía la partitura la interpreté con distintos instrumentos- pero que ya no lo necesitaban. De todas formas hay un agradecimiento a mi trabajo diciendo “Francisco Camas viene a la ayuda de Tarzán” en la web oficial de Edgar Rice Burroughs. 

Dejando aparte la música, su vinculación con San Fernando es constante.
—También hice el estudio de la Bahía de Cádiz y las salinas sobre un plano de 1945 y los cambios que ha experimentado en medio siglo.
 

(Se puede consultar también en su página web. Mediante la interposición de una imagen tomada desde un avión norteamericano en 1945 y un mapa actual, una pestaña va mezclando a gusto del usuario los dos aspectos con mayor o menos opacidad).

Y en el plano estrictamente científico estuvo trabajando en lo que puede considerarse la ampliación necesaria de la genética...
—Hasta hace tres años estuve en Boston en el Massachussets Institute of Technology (MIT) trabajando en temas de Genómica y de Biología computacional. Estudiamos el microbioma humano, que es encontrar todos los componentes genéticos, la secuenciación de los genomas de los microorganismos que conviven con nosotros.

¿Qué diferencia hay con la secuenciación del genoma humano?
—Nosotros tenemos nuestro propio genoma que está en el centro del núcleo de nuestras células, y la mitocrondria, pero luego están los genomas de todos esos microbios que están en nuestro interior, por todo el cuerpo y que en conjunto es mayor que nuestro propio genoma. Los animales superiores engloban a un colectivo de organismos muy distintos.

Luego trabajar sólo con el genoma humano es hacerlo con una parte de la información necesaria.
—Se está trabajando en aplicaciones terapéuticas de la información genómica que derivamos de la secuenciación de los genomas de los microorganismos con los que convivimos. Por ejemplo, la flora microbiana. A partir del contenido genético se está intentando estudiar si la interacción de esos microorganismos podría tener efectos terapéuticos para tratar la enfermedad de Crohn, la enfermedad de Bowen en las que parece que hay un vínculo con el tipo de flora microbiana que tenemos en el intestino.

Decir que tal gen es el causante de tal enfermedad y vamos a tratar ese gen.
—Si fuera tan sencillo como encontrar un simple gen y alterarlo... Un gen es un trozo de ADN que codifica una proteína. Pero normalmente las enfermedades no obedecen a la acción de un único gen, sino a la interacción de muchísimos de ellos entre sí. El paradigma de la biología molecular hasta hoy en día se ha basado casi exclusivamente en trabajar sobre proteínas o genes individuales, con lo cual nos estamos perdiendo, probablemente, la solución a muchos de los grandes problemas que estamos teniendo para curar el cáncer, por ejemplo. Se está poniendo todo el foco en encontrar una especie de proteína mágica que alteremos y que nos dé la solución para curar la enfermedad, cuando la enfermedad no es una enfermedad de una proteína, sino una enfermedad sistémica, de un circuito de genes conectados entre sí. El problema es que si obtener información de cómo obtener es complejo, la dinámica de todas ellas interactuando entre sí supone un salto cuantitativo y una complejidad muy grande.

Ahí es donde entra la Biología de Sistemas.
—Esa es la Biología de Sistemas. Pongamos el ejemplo de que estamos arreglando una radio. La Bilogía molecular intentaría arregla un componente de la radio, una resistencia, un potenciómetro... mientras que la Biología de Sistemas intenta ver el circuito de la radio en sí. Y de cara al cáncer lo mismo o a otro tipo de terapias, intentar ver el conjunto. Ahí es donde yo realicé mi tesis doctoral.

Está desde el año 2000. Prácticamente en pañales.
—Pero está explotando. Su nacimiento ha sido posible gracias al desarrollo tecnológico que ha permitido la generación masiva de datos de genomas, de proteomas, datos de transcripción de genes... todo lo que se llama el big data de la Biología. Nosotros en el MIT teníamos cientos de ordenadores trabajando en paralelo para poder analizar esos datos porque son teras y teras de datos que tienes que cruzar.

Ha habido recortes en investigación, en educación, en ciencia... Una vez vino a esta casa un científico, un astrónomo que había escrito un libro, que nos decía que por cada euro que se invierte en ciencia básica la ciencia básica nos da lo menos siete. Ciencia básica es lo que ha llevado a contar con esos superordenadores que permiten investigar a niveles inimaginables y que crecen de una forma exponencial. ¿El recorte puede provocar un decrecimiento también exponencial?
—Le dio toda la razón a ese científico. Todo lo que se invierte en investigación es una inversión en desarrollo y una inversión en futuro. ¿Cuál es el problema? Que los réditos no te los da a corto plazo, no los da en una legislatura para que un político pueda tener su beneficio antes de las elecciones. El beneficio puede venir al cabo de quince o veinte años. Ahí se nota la diferencia entre los países que tienen una política científica seria, que dicen vamos a invertir en esto y dentro de veinte años el futuro será nuestro y los que dicen que como no me va a dar votos, me dedico a otra cosa. Países como Alemania dicen tengo estas líneas de trabajo, no sé cuál de ellas me va a funcionar pero alguna de ellas funcionará y la que funcione va a ser la que me ponga en la línea de cabeza. Es una cuestión de perspectiva.

A nosotros se nos está yendo el futuro de España y donde éramos punteros, como la energía solar o eólica, ya estamos en segunda fila. Porque los nuestros se han ido y porque de aquí los han echado.
—Es un derroche total. Invertimos en formación y los réditos se los lleva una universidad americana o europea. Ha habido varios programas como el Ramón y Cajal para intentar recuperar el talento que se fue al extranjero, pero luego ha dejado a los científicos en la estacada. Te han dado cinco años de programa y al terminar, muchos científicos han tenido que trabajar en otras cosas o marcharse de nuevo. El Estado tiene que ofrecer algo, la posibilidad de desarrollarte. Pero ofrecer el paro es un peaje demasiado grande. Y lo bueno es que ese marco de estabilidad ya está inventado. Simplemente hay que copiar el mismo tipo de programa que tienen los países serios para atraer a sus talentos. Y cuando un español vuelve no lo hace sólo por un mejor sueldo.

 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN