La Catedral de Sevilla ha concluido la restauración de su fachada norte, cuyo muro completo es de origen almohade, de ocho siglos de antigüedad, y ha dejado a la vista la fábrica de ladrillo con junturas blancas que otorga al edificio, por ese lado, un color muy claro, casi como el blanco almohade original.
La antigua mezquita, cuyo minarete es la Giralda, tenía cubiertos sus muros de una fina capa de cal, con lo que su aspecto debió de ser completamente blanco, según ha explicado a los periodistas el maestro mayor de la Catedral, Alfonso Jiménez, quien ha desempeñado ese cargo hasta final de año, durante un periodo de 36 años.
Los trabajos de restauración de esta fachada norte, la que da a la calle Alemanes y tiene la Puerta del Perdón que da al patio de los Naranjos, patio de abluciones de la antigua mezquita, han durado casi cuatro años y culminan la restauración exterior del tiempo, que se han extendido durante algo más de treinta años.
Los restauradores han optado finalmente por dejar a la vista la fábrica de ladrillo también por una cuestión práctica, y es la que mejor aguanta el paso del tiempo y los efectos de la climatología.
Sólo los trabajos de la fachada norte han supuesto una inversión de algo más de 1,8 millones de euros, cantidad que procede íntegramente de los ingresos por visitas culturales al templo, ya que el Cabildo no ha contado con subvención pública alguna, según han explicado los canónigos Francisco Ortiz y Teodoro León.
Esta fachada, muy deteriorada por la humedad ofrecía un aspecto "indigno", según Alfonso Jiménez, quien ha explicado que fue a finales del XIX o principios del XX cuando toda ella se cubrió de una capa de cemento a la que se dio una mano de pintura amarillenta, la cual, deteriorada por la humedad y los efectos de la contaminación ha sido la que ofrecía el templo durante los últimos decenios.
La restauración ha permitido determinar que sólo tres de las almenas escalonadas musulmanas son originales del siglo XII y que la mayoría de las restantes proceden del mismo siglo XX.
La misma antigüedad tienen los muros de la fachada y las hojas de la Puerta del Perdón, las cuales, según ha determinado la investigación previa a la restauración estuvieron pintadas de rojo y negro en época musulmana.
El aspecto que ahora ofrece la fachada es muy parecido al que debió tener este muro de la Catedral hasta la época de la Revolución Francesa, cuando se estuvo revistiendo de una capa ocre con junturas blancas, obra que se detuvo por el temor suscitado por, según la documentación catedralicia, "los graves hechos" que estaban ocurriendo en Francia.
Si la pintura amarillenta del siglo XX resultó, según Jiménez, "deplorable" por su escasa resistencia a los elementos, el peor momento de esta fachada fue el siglo XIX, cuando su dejadez fue tal que se caían parte de sus elementos, como sucedió sobre 1830 cuando un trozo de moldura cayó sobre un hombre, que murió.
El desafortunado falleció cuando asistía de noche en demanda de los santos sacramentos a la que era la denominada Puerta de los Curas del Sagrario, cerca de la cual una lápida de mármol aún atestigua que por ahí se llamaba a los sacerdotes cuando a alguien le sobrevenía la muerte avanzada ya la noche.
Como este muro fue fachada de la antigua iglesia del Sagrario o Sagrario Viejo, un templo pequeño pero muy significado, ya que cobijó el cuerpo de San Fernando y la Virgen de los Reyes, se le fueron añadiendo en los siglos XVII y XVIII varios altares, como el que aún muestra una Inmaculada de Herrera el Viejo, que ha sido protegida por una reja y un cristal blindado.
Esta Virgen se conoce como la de Gorreros, porque así se llamaba la calle que tiene enfrente y no es la única pintura sobre lienzo que se conserva, protegida, en el muro, ya que sobre la puerta de acceso a la Biblioteca Colombina se conserva el "Cristo camino del Calvario", pintada en 1563 por el sevillano Luis de Vargas, primera representación de Jesucristo con la Cruz a cuestas.