Creo que casi todos los vecinos y vecinas de Barbate hemos podido oír esta semana el sonido de las maniobras militares que se están efectuando en la Sierra del Retín. Explosiones de bombazos incluso a medianoche. ¡Boom! Los que viven cerca la zona, no solo lo oyen, lo notan cuando tiemblan ventanas y puertas.
Observando la puta realidad del mundo, al parecer realizar maniobras militares es algo necesario y en algún sitio se tienen que llevar a cabo. Y claro, nos tocó por obra y gracia de un exalcalde y su Corporación Municipal. Pero eso es agua pasada. De hecho, a veces pienso que si no fuera por la afectación a manos del Ministerio de Defensa, esa sierra, esa maravillosa zona, sería hoy una oda al ladrillo. Pero sigamos.
No voy a hablar si hay que recuperar el Retín o no. Me encantaría usar la demagogia y criticar a los distintos alcaldes que han pasado y que no han podido llevar a cabo la desafectación de la zona. Lo cierto es que nos devuelvan el Retín es complicado de cojones. Partiendo de esa base, lo que me toca los cojones, y valga la redundancia, es que por lo menos ese sacrificio que lleva haciendo Barbate durante los últimos 40 años a la patria y la OTAN no tenga una recompensa económica. De hecho, el Estado compensa por el uso militar de las Bárdenas Reales, en Navarra, unos 14 millones de euros anuales. Y eso que el terreno ocupado no llega ni a la mitad de las 5.400 hectáreas que aquí se expropiaron.
A lo que voy. En mi humilde opinión, lo peor que ha hecho Miguel Molina, alcalde de Barbate, ha sido no usar el amplísimo respaldo que obtuvo en las urnas para dar un puñetazo en la mesa y decir basta. No lo hicieron sus antecesores, eso está claro, pero 17 concejales, joder, era para levantarle el ánimo, darle fuerza y tras tomar el bastón de mando gritarle a los vecinos: ¡Vamos que nos vamos!
Sí, vamos que nos vamos. Por nosotros, por nuestros hijos, por los hijos de nuestros hijos, por Barbate. Molina tuvo (quizás la tenga aún) la oportunidad única de dejarse de proposiciones no de ley y mierdas así que no llegan a ningún lado. Con esas PNL se limpian el culo en el congreso. La única opción para que dejen de tomarnos por lerdos es demostrarles que no lo somos.
Y eso se demuestra echándole huevos y ovarios. Saliendo a la calle, pero no con una mierda de pancarta en plan ‘todos por el Retín’, sino cortando la Nacional 340 en pleno verano, mandando autobuses a Madrid para dar por culo, atándose si hace falta a los leones de la puerta del Congreso…. Llorando y gritando, molestando, pero con todo un pueblo detrás. Os juro que si diez mil barbateños cortamos un día sí al otro también la Nacional 340 a la altura de Barca de Vejer, en menos de un año tenemos la compensación que nos merecemos por aguantar a que jueguen a la guerra junto a nuestras casas. Por aguantar que, mientras en cualquier otro pueblo, once kilómetros de playa se traducen en empleo, riqueza y futuro, y aquí solo sirvan para que adiestren a unos uniformados sobre cómo matar y cómo morir.
Molina tuvo esa oportunidad. Encabezar una gran lucha. Ponerse al frente de un ejército de vecinos y vecinas que, quién lo puede dudar, tienen la razón de su parte. Con esos catorce millones de euros al año nos ventilamos la deuda. Con esos catorce millones no tendríamos esas aceras en las que se juegan las caderas nuestras abuelas. Con esos catorce millones al año habría incluso para becas para nuestros universitarios. ¡Ataríamos los perros con longaniza! Con esos catorce millones de euros se soportarían mucho mejor el sonido de las bombas.
Molina tuvo esa oportunidad y desde aquí le insto a que no piense que la perdió. Hable con todos los partidos y que cada cual se retrate si fuese necesario. Pero sobre todo, en semanas como esta salga a la calle, súbase a un atril y pídale el pueblo que secunde la más justa de las batallas. Al principio quizás sean pocos porque ya nadie se fía de los políticos, pero si lo hace en serio, si lo hace de corazón, seremos miles los que armados de la dignidad que cada día nos roban los que daremos por culo de tal manera que hasta el mismísimo Felipe VI, mando supremo de las Fuerzas Armadas, temblará cuando nos oiga acercarnos al puñetero Palacio de la Zarzuela.
Imagínese, señor alcalde, que aquel pasado miércoles, miles de nosotros, en fila, recorremos la carretera entre Barbate y Zahara de los Atunes e interrumpimos las maniobras. Sin pedir un puto permiso, a lo loco, sí, a lo loco. ¿Utopía? No, se trata de pelear por lo que es justo dejando a un lado la política, las ideologías y esas sandeces. Se trata de hacerle ver al pueblo que cuando se comporta como pueblo, todo es posible. Se trata de actuar con el corazón y con las entrañas. Se trata de hacerles que ya estamos hartos de que nos tomen por gilipollas... y es que callados solo estamos aún más feos. He dicho.