Eluana Englaro murió el lunes a las 19.35 hora local (18.35 GMT) en su cuarto día de ayuno total y tras 17 años en estado vegetativo, según el certificado de defunción firmado por el director de la clínica Quiete, Stefano Santin.
La autopsia se llevó ayer a cabo por parte del doctor Carlo Moreschi y, según la Fiscalía de Trieste, los padres de Eluana verán a su hija antes del examen forense, para lo que ya han iniciado el viaje de Lecco a Udine, ambas en el norte de Italia.
La conmoción que ha vivido el país estos días ha sido resumida por el presidente de la República, Giorgio Napolitano: “Es un momento de dolor y turbación nacional”.
Giuseppe Englaro, que ayer dijo sentirse “un poco mejor”, aseguró que “si mucha gente viera una fotografía de Eluana en la actualidad se callaría, pero no lo haré jamás”.
Según Il Corriere della Sera, antes de morir Eluana pesaba 40 kilogramos, los brazos y las piernas los tenía encogidos, podía yacer sólo de lado porque con el vientre hacia arriba podía ahogarse por los líquidos que le fluían de un estómago atrofiado.
Permanecía apoyada sobre el lado derecho del cuerpo, lo que le causaba llagas y laceraciones en la piel, que tenía hasta en la cara, agrega. Se le habían afilado las facciones del rostro y los párpados permanecían perennemente medio cerrados.
La cuidadora especial de Eluana, Franca Alessio, salió al paso de las acusaciones sobre que la joven había sido forzada a morir y las calificó de “vergonzosas”, en el intento de “hacer sombra sobre este dramático asunto”. El debate llegó a las altas instancias políticas y religiosas.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, atacó al jefe de Estado, Giorgio Napolitano, a quien acusó de haber cometido “un grave error” por haber rechazado un decreto urgente que hubiera mantenido a Eluana con vida.
Berlusconi expresó su “profundo dolor” por no haber llegado “a tiempo” para impedir que se dejara de alimentar a la joven y subrayó que la decisión de su Gobierno de ignorar la decisión de Napolitano de rechazar el decreto, que no necesitaba la aprobación de la asamblea, y presentar un proyecto de ley en el Parlamento, nació de “principios morales”.
Por su parte, el ministro de Reformas, Umberto Bossi, dijo a la prensa que comprende a la familia pero que no se puede “dejar morir de hambre y sed” a una persona.